Recomendaciones pastorales con respecto a la vacuna COVID y la exención religiosa
La pandemia de COVID ha desafiado elementos importantes de las relaciones entre la atención médica, salud pública y comunidad, incluido el papel que tiene la fe en esas relaciones.
Stakeholder Health es una red nacional de organizaciones sanitarias sin ánimo de lucro, que incluye muchas establecidas por grupos de fe. Varias de nuestras organizaciones participantes están requiriendo las vacunas COVID para todos los empleados. Este mensaje pastoral expresa la esperanza de que podamos aprender juntos cómo comprender las convicciones de fe de nuestros colegas de atención médica, incluyendo aquellos que podrían buscar exenciones religiosas de los requisitos de vacunas, mientras que también preservamos la confianza sagrada de proteger la vida y la salud de quienes acuden a nosotros en busca de atención.
A lo largo de la historia, han existido momentos en que la fe y la ciencia han sido maravillosamente complementarios y otros momentos en los que lamentablemente se han contradicho entre sí. Estos días, aparentemente están atrapados en un conflicto continuo. Esto pone de relieve claramente la decisión de muchas personas de fe que trabajan en organizaciones de atención médica con respecto a obtener una Vacuna COVID. Enfatizamos aparentemente, ya que muchos líderes religiosos y científicos están colaborando eficazmente para superar la matanza creada por el COVID-19. Tristemente, sin embargo, algunos en cada campo laboral, ven a los líderes del otro campo laboral no como aliados sino como adversarios.
Stakeholder Health es un grupo de aprendizaje de sistemas de salud y organizaciones relacionadas. La mayoría se basan en la fe o son amigables con la fe. Es decir, nuestras relaciones con las redes de fe son parte de cómo trabajamos para mejorar la salud de nuestros pacientes: vecinos en conjunto con la comunidad y agencias públicas. Más bien, esta intersección de fe y salud es rica, fértil, creativa y llena con sanidad y esperanza.
Si bien casi todos los que desempeñan funciones clínicas en nuestras organizaciones ya están vacunados, los números de nuestros compañeros de equipo no lo son. Están “indecisos”. A medida que nuestras organizaciones se mueven para requerir la vacuna COVID para la continuidad laboral o, al menos, reasignación, deseamos invitar personas de fe al dialogo.
Solo unos pocos grupos religiosos los que se oponen a la vacunación en general. Incluso aquellos que se muestran indecisos acerca de la naturaleza invasiva de algunas tecnologías respaldan claramente el valor positivo de otras vacunas como una señal de los dones creativos de Dios para la humanidad y una marca de salvaguarda de la vida básica en respeto por los vecinos. Gran parte de los textos sagrados de muchas tradiciones están dedicadas al tipo de consejos de salud y prácticas de prevención que se compartían comúnmente mucho antes de la ciencia moderna. Más allá de esas pocas excepciones, sería difícil encontrar una que oriente en cualquier tradición religiosa, rechazar una vacuna. Aun así, escuchamos vacilaciones expresadas por individuos basados en sus convicciones personales de fe. Otras razones de la renuencia incluyen el cómo se desarrolló la vacuna, la falta de aprobación gubernamental final y la extendida desinformación sobre la seguridad y eficacia de vacunas específicas. Sin embargo, en Stakeholder Health confiamos tanto en la ciencia como en la fe que afirman el valor de los actuales mandatos de la vacuna.
Aceptar una vacuna -especialmente para quienes ejercen la profesión de la sanidad- es la esencia de la gratitud por la capacidad que Dios ha dado a las personas para ser compañeros de sanación. Hay un deber aún mayor de prevenir la enfermedad y el sufrimiento innecesarios que proporcionar la curación a posteriori. ¿Qué mayor ofensa podría imaginarse que evitar una carga de enfermedad altamente predecible ¿Y mucho menos una vida perdida innecesariamente? No existe ningún apoyo religioso histórico para romper esa confianza… especialmente para aquellos que han sido bendecidos con la profesión de sanación.
La religión no se limita a lo negativo. En este momento particular de pandemia, la religión trata de lo positivo, sobre lo que deberíamos hacer y por qué. Por diversas razones, muchos de los profesionales de la salud están descontentos con muchas cosas de nuestra cultura, la política y los lugares de práctica. Las corrientes de raza, clase y privilegio han socavado que muchos de nuestros compañeros consideran valioso, incluso sagrado. Aunque no haya apoyo religioso tradicional para rechazar la vacunación, muchas personas religiosas tienen fuertes objeciones sobre tales mandatos. Las estructuras de autoridad, incluyendo muchos niveles de gobierno y, lamentablemente, nuestras propias organizaciones sanitarias han perdido la confianza incluso de quienes trabajan en ellas. Este es un momento para lamentarse por la confianza perdida, confesar cómo hemos sido cómplices de esa pérdida de confianza, y el compromiso con un nuevo comportamiento que pueda volver a crear un pueblo de nuevo.
Hay más de un virus alrededor. Muchos de nosotros, en los ámbitos de la fe y la salud, promovemos aceptar las vacunas que nos protegen a nosotros, a nuestras familias y a las comunidades a las que servimos de estos virus de sus efectos perjudiciales, incluso mortales.
De alguna manera, el COVID-19 se diferencia de estos otros virus, a pesar de que múltiples vacunas han demostrado ser incluso más eficaces que las vacunas que aceptamos para otros virus. Nosotros apreciamos la vacilación entre los miembros de aquellas comunidades que históricamente han sido abusadas o descuidadas por los sistemas sanitarios de nuestra nación. Lamentamos que nuestra fe no haya informado plenamente la ciencia de la asistencia sanitaria a lo largo de los años. Pero el gran número de personas que expresan sus dudas o su rechazo frontal a la vacuna COVID-19 no proceden de grupos históricamente marginados; las dudas sobre la vacuna COVID-19 son comunes en una parte alarmantemente de la población, incluidas las personas religiosas.
Por ello, sentimos el imperativo de instar colectivamente a todos nuestros colegas de fe a que se vacunen.
Igualmente, importante, imploramos a nuestros colegas de fe que busquen llenarse de las verdades de su fe mientras nos enfrentamos a otro virus mortal, que nos pone en contra de los demás y se alimenta de las viles acusaciones de mala intención.
En Stakeholder Health vemos las vacunas aprobadas por el CDC como una evidencia de un Dios amoroso que ha vertido la diligencia creativa en todas nuestras vidas a través del trabajo sostenido de miles de científicos y servidores públicos de muchos credos. Aceptamos los frutos de su trabajo -las vacunas- con un espíritu en gratitud.
Otros regalos saludables del mismo Dios no implican nada de la tecnología que muchos han dudado en aceptar. Personas de diversas creencias reconocerán los frutos del Espíritu como relevantes para el virus cívico que divide. Expresados en palabras bien conocidas de un texto sagrado, estas características son “el amor, la alegría, la paz, la tolerancia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre y el autocontrol”. Todas las tradiciones religiosas recomiendan un conjunto similar de virtudes. A menudo se entienden como rasgos personales, pero también se recomiendan a quienes ocupan puestos de influencia en la vida de las organizaciones. Esta puede ser la única vacuna contra la división mortal que abre el camino a los feos patrones de desconfianza en los que se nutre el virus COVID-19.
Todas nuestras instituciones han visto miles de vidas perdidas por un virus despiadado, y muchas más pasando por un peligroso viaje de enfermedad y recuperación, a menudo lento y largo. Mucho más lamentables serán las vidas de los que se pierdan en los próximos meses, cuando sepamos con tanta claridad que el virus COVID-19 se puede prevenir casi por completo con las mínimas medidas de mitigación incluyendo mascarillas, lavado de manos, distanciamiento social y la más efectiva de todas, las vacunas.
Todas las tradiciones religiosas consideran que el lamento no es el final, sino el principio de la curación. Esperamos que esto sea cierto en nuestro momento de vida institucional y pública. Esperamos que el dolor llegue hasta el dolor del alma ante la realidad de cómo muchos de nuestros compañeros de profesión tienen tan poca confianza en la ciencia y en los que hemos aceptado la vacuna. Este es el momento de dejar que esa realidad entre profundamente en nuestra conciencia colectiva como un signo muy tardío de pérdida cívica. La tradición religiosa es buena y útil en estos momentos, ya que nos impide saltar a la ligera hacia el cumplimiento sin poseer todos los causantes a la vacilación. Es hora de decir la verdad, sobre todo la que salvaría la vida de pacientes y vecinos-especialmente la que salvaría la vida de pacientes y vecinos que, de otro modo, estarían indefensos ante el virus. Y es hora de escuchar la verdad en las vidas de los demás.
¿Qué líder de cualquier tradición religiosa no conoce a alguna persona cuya vida se ha perdido o se ha visto muy mermada a causa del COVID-19? Muchos líderes religiosos que han rechazado la vacuna en estos días de la variante Delta, infectándose y sucumbiendo a sus efectos paralizantes y que amenazan la vida. Nuestro trabajo incluye extender la gracia a aquellos que habiendo experimentado el virus que sentían que era “problema de otros”, no sólo lamentan sus conclusiones erróneas, sino que también necesitan el apoyo de sus colegas para presentarse con valentía ante sus congregaciones y admitan que estaban equivocados e imploren a los congregantes que cambien también de opinión.
Terminamos con una palabra de gratitud por los innumerables miles de personas que han dado su vida libre y generosamente para cuidar de los demás en el mundo. Y generosamente para cuidar de los demás en estos amargos años de COVID-19. Su testimonio resonará durante décadas como un momento en el que recordaremos por qué nos metimos en el trabajo de la salud, la salud pública, el servicio social y la vida religiosa. Ha sido bueno experimentar tal valor. En este momento profundo de sufrimiento y amenaza, Dios nos ha hecho fuertes los unos para los otros.
Rev. Dr. Gary Gunderson, Wake Forest Baptist Health
Dr. Dora Barilla, chair, Stakeholder Health Advisory Council
Rev. Enrique Catana Ramiro, Wake Forest Baptist Health
Dr. Teresa Cutts, Wake Forest University School of Medicine
Rev. Dr. Jay Foster, Indiana University Health
Rev. Dr. Kirsten Peachy, Advocate Aurora Health
Rev. Dr. Gerald Winslow, Loma Linda University